Sin embargo, tal vez el fracaso no sólo sea incómodo, aterrador y obstructivo. Quizás sea también la antítesis de estas cualidades.
Las personas experimentan miedo al fracaso debido a su impacto perjudicial en su autoestima.
Los niños luchan por reconocer sus errores. Por lo general, se niegan a admitir que participan en actividades como pintar paredes, incluso cuando se les presentan pruebas innegables, como sostener un marcador y tener pintura en los dedos. Sin embargo, ¿exhibimos disparidades significativas cuando somos adultos?
No, eso no es verdad. Por lo general, los individuos se resisten fuertemente a reconocer sus errores. Irónicamente, ¡somos más reacios a reconocer nuestros errores que a cometerlos!